lunes, 30 de agosto de 2010

Perdido en la vieja estación de tren



El tiempo pasa, miro segundo a segundo como se esfuma en aquella vieja estación de tren a la cual el destino me llevó. Mi tren se detuvo en aquel anden donde las horas y los poetas mueren, eso es lo único que sé.
Me miro en un viejo espejo y ni me reconozco, veo a alguien distinto a aquel joven lleno de vida y fortaleza, observo una imagen distorsionada que me lleva a la nada, a la desesperanza, a la desilusión, al vacío y al despertar de aquel dulce sueño.
Enciendo un cigarrillo, dejo que el humo borre y desdibuje todo, y me pregunto que me está pasando, dónde me encuentro, qué hago allí, …
El viejo reloj de la estación se apaga, su segundero va agonizando lentamente, y me pregunto si yo también estoy muriendo por dentro, pero quizás mi valentía me hace vivir pero en la más profunda desesperanza, esperando un atisbo o una señal de aliento. ¿No seré un muerto viviente?
Mi corazón se vuelve más perezoso, y empieza a latir más lentamente. Su color sonrojado se torna en gris porque sus células mueren por haber perdido la esperanza de volver a enamorarse y a encontrar cada mañana una razón más para vivir. La nostalgia aflora poniendo de manifiesto tu pérdida y aquel sentimiento de duelo sin muerte.
Creo que por los viejos altavoces escucho aquella vieja canción que me hace recordar aquellas vivencias. Cierro los ojos, trato de reconstruir tu voz, pero no puedo, he viajado a la nada, sin rumbo y sin ti.
Poco a poco el cuerpo empieza a resentirse tras los golpes de la dura batalla de aquellos seres a los que quise y un buen día se convirtieron en mis mayores adversarios, abandonándome en el borde de aquel precipicio.
El dolor aparece, pero éste no podrá ser calmado con el arsenal terapéutico, porque el mal radica en lo más profundo del alma. Ningún médico es incapaz de sanar el alma porque tan sólo saben curar lo físico.
Me encuentro perdido en aquella vieja estación de tren que el destino me llevo, esperando a que alguien me encuentre o que aparezca algún tren. Pensándolo bien creo que cualquiera que apareciera sería bueno para sacarme de aquel atolladero.
Vivo soñando que todo pasará, esa es mi esperanza. Noto que estoy perdiendo el tiempo sumido en el caos observando como todos los castillos de arena se vinieron hacia abajo. ¿Dónde se encuentran los ángeles caídos del cielo?, ¿Quién ahora me enseñará a volar?, ¿Quién me auxiliará?, ¿Quién estará a mi lado, a caso será la oscura soledad?, ¿Es que he sido cazado por aquel atrapa sueños?, ...
Creo que la locura, la desesperanza y la desilusión desaparecerán algún día y que gracias a la diosa fortuna mi vida se cegará.